Así como comienza un viejo refrán y concluye con un “nadie se pone de acuerdo”. La parte de la historia de México que nos ha tocado vivir, en particular el proceso electoral presidencial que concluirá el próximo 2 de julio, forma parte central de los cambios, propios de las sociedades dinámicas y completas como la nuestra. Al no saber quién va a ganar, hemos conquistado la transición.
Pero la agitación propia de las contiendas electorales intensas, ha provocado que algunos sectores e instituciones se ven sacudidas por la pérdida de orientación respecto de su misión y sentido para la cual fueron creadas. En particular me refiero a la sintomática conciencia tanto en el tiempo como en sus contenidos de los pronunciamientos de la jerarquía católica y de parte del aspirante presidencial del PAN. Que un candidato busque votos es lógico y necesario, pero no se justifica a costa de desconocer la historia ni los costos que ello puede representar.
Iniciemos con un lugar común: la iglesia goza de un enorme poder político. Sea a escala mundial o regional, es un factor de poder y en México, no es la excepción. Bien, con las transformaciones sociales y del marco constitucional, las iglesias pero señaladamente la católica ha vuelto por sus fueros de activismo político. Esto a su vez, ha puesto de manifiesto que no es una institución de bloque y que en su interior se libran luchas y hay conflictos como en cualquiera otra, (mi reino sí es de este mundo, por lo menos terrenal, parecen decirnos sacerdotes de todos los niveles).
En Guadalajara Jalisco, a partir del 14 de mayo se impartirán en 450 parroquias, según anunció el siempre activo cardenal Juan Sandoval Iñiguez, los Talleres de Orientación Política pues señaló que “es nuestro deber como ciudadanos proponer e intervenir para dar a las estructuras sociales, políticas y económicas una configuración más justa y solidaria (...) por lo que dichos Talleres buscan alentar la participación ciudadana en las elecciones y con ello no se viola la ley”. El serio riesgo que vive el país, es que en ninguna parte observamos la serenidad ni la templanza que se requieren en estos momentos.
Pareciera que el protagonismo, la búsqueda de espacios y la ampliación de los círculos de influencia fuera, como parece ser, el interés principal y no la democracia y participación cívica que dicen promover.
Es indispensable que aprendamos de nosotros mismos, con nuestra historia y nuestro presente. En Chiapas, uno de los principales obstáculos para alcanzar una verdadera participación, es la mezcla de asuntos públicos y partidistas con la religión. Aprendamos de los integrisimos islámicos y sus perniciosos efectos sobre los derechos de la mujer y el sometimiento de la democracia. Porque no aprendemos que el negocio entre polñitica y religión es un pésimo canal para el desarrollo del país. Irlanda, Serbia, Grecia, Turquía, Argelia son solamente algunos ejemplos que los ansiosos de protagonismo deberían recordar.
Pero por si fuera poco, Juan Pablo II nos ayudará en los próximos días a encender más la discusión al beatificar a 19! Mártires cristeros, que como todos sabemos, la mayor parte son oriundos de Guanajuato y Jalisco. Ninguna casualidad en el activismo del Cardenal Rivera Carrera, la llegada del nuevo embajador de El Vaticano Leonardo Sandri, el nombramiento de Arizmendi en San Cristóbal de las Casas y desde luego, sin olvidar el oportunismo de Vicente Fox. No en política como en el amor, no todo se vale.
Las garantías de un estado laico permiten asegurar la libertad para seleccionar no sólo el credo sino promover el libre pensamiento. La presencia de la religión en la polñitica es la mejor fórmula para la intolerancia; Pío XII recordemos no dijo ni pío de los crímenes de Hitler, debido entre otros aspectos, a la serie de conjunción de intereses para contener a los soviéticos.
Hoy todavía los historiadores de El Vaticano luchan por limpiarle su imagen.
En España la Iglesia católica aún no se decide pedir perdón al pueblo español por su apoyo durante las décadas a la dictadura de Franco. Estamos a tiempo: aprendamos de la historia.
Una tarea fundamental de la iglesia católica en estos momentos debería ser, llamar a la calma y asegurar que haya condiciones para que el país siga su marcha. Sus expresiones catastróficas –unidas a las de Fox—respecto de nuestras elecciones ni siquiera son nuevas, siempre las he escuchado desde que era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Todos deberíamos contribuir al nivel de nuestras responsabilidades a crear un ambiente de certeza.
Conste que no escribí sobre Juárez, Lázaro Cárdenas, la educación pública, el control natal y el uso del condón, el aborto, la educación en las instituciones superiores privadas, de las órdenes religiosas. Pero tampoco de la liguilla, en donde seguramente ganarán las Aguilas del America.
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